Carta del presidente
En el sexto año de una crisis económica que se hace ya insoportable, nuestro país ha alcanzado niveles de paro, desigualdad, pobreza y deterioro de los servicios públicos básicos que resultaban difícilmente imaginables poco tiempo atrás. Y frente a ello, no hay más respuesta política a nivel nacional que medidas de recortes (de salarios, de derechos, de gasto e inversión pública en ámbitos esenciales…), de privatización de servicios públicos básicos y de mayor esfuerzo fiscal de los sectores mayoritarios. Medidas que, además de escandalosamente injustas y brutalmente regresivas, parecen claramente ineficaces en términos económicos. Todo ello al tiempo que la disciplina de una unión monetaria europea inviable sin política fiscal común y unión bancaria y presidida por la miope obsesión rigorista de Alemania asfixia la capacidad de crecimiento de la economía española y la hunde cada vez más en el negro pozo de una depresión que sólo se ha visto aliviada desde otoño por la decisión del Banco Central Europeo de evitar que la prima de riesgo se desboque. En ese cada día más oscuro contexto, durante 2012 han seguido también creciendo en la sociedad española fenómenos como la economía sumergida, la evasión y el fraude fiscales, la impotencia ciudadana ante mercados oligopólicos que la ningunean y explotan (energía, telefonía, sector financiero…) y una corrupción político-empresarial casi inconcebible, que parece sacada de la más enloquecida farsa de Berlanga y que está poniendo ya en serio riesgo la credibilidad social no sólo en los políticos, sino en el propio sistema democrático. Reflejos todos de una crisis no solamente económica, sino también política y social. Una crisis multifacética de la que no dejan de ser también síntomas significativos la radicalidad con la que se ha reducido (más bien, desmantelado) la ayuda oficial al desarrollo y la indiferencia generalizada que el hecho ha merecido. No es fácil por eso encontrar motivos de optimismo ni razones para la esperanza, al margen del civismo del que está haciendo gala la sufrida mayoría de la sociedad y de los crecientes brotes de indignación, movilización y resistencia frente a una crisis de la que en absoluto es responsable y frente a unas políticas que descargan sobre ella todos los costes, sin ofrecer a cambio ni soluciones económicas ni ejemplaridad ética, justicia social o sensatez política. No ha sido, en definitiva, un año fácil para casi nadie. Tampoco, desde luego, para las organizaciones sociales, enfrentadas a un radical recorte de recursos públicos y a un severo debilitamiento de fuentes de financiación adicionales, en tanto que han aumentado (dramáticamente en muchos casos) las necesidades sociales que constituyen su razón de ser. Economistas sin Fronteras, desde luego, no ha sido una excepción, aunque ello no excluya haber atravesado durante el año momentos muy felices, como el que supuso en diciembre la fiesta de celebración de nuestro 15 aniversario. En todo caso, la proverbial austeridad de nuestra entidad (asumida como seña de identidad, al margen de la coyuntura económica) nos ha permitido concluir el ejercicio sin graves problemas económicos a corto plazo y sin perjuicio para la actividad básica de la organización. Una actividad que ha seguido focalizada en las líneas tradicionales de cooperación para el desarrollo, educación y sensibilización, responsabilidad social corporativa e inversión socialmente responsable y fomento del emprendimiento económico de colectivos desfavorecidos, si bien aquí con un replanteamiento metodológico que ha conducido a la sustitución del área de “Vivero de Microempresas” por la de “Economía Social y Solidaria”, que recoge las actividades anteriores, pero insertándolas en un enfoque más amplio de apoyo a iniciativas de autoempleo de los colectivos más vulnerables y de fomento de relaciones de intercambio justas, en el marco de una perspectiva de desarrollo local. En todas estas líneas, se ha seguido desarrollando una actividad de intensidad, mérito y valor añadido que a quien esto firma le parecen incuestionables, tanto en la oficina central de Madrid como en las delegaciones territoriales más activas (Euskadi y Andalucía). El personal contratado y los voluntarios y voluntarias que en todas ellas (oficina central y delegaciones) trabajan y colaboran de una forma ejemplar son quienes soportan esta actividad y quienes sostienen nuestra organización. Por eso no sería justo ni razonable finalizar esta carta sin agradecerles su esfuerzo, su compromiso y su generosidad. Un agradecimiento que, por supuesto, no puedo dejar de extender a mis queridos compañeros del Patronato y de la Junta Directiva, a los socios de Economistas sin Fronteras y a los muchos simpatizantes que nos prestan su apoyo económico, nos dan sus opiniones y sugerencias, nos acompañan en los actos, visitan nuestra web, nos siguen en las redes sociales, leen nuestras publicaciones y nos alientan y animan con sus mensajes de simpatía y de solidaridad. A todos, y de todo corazón, gracias y un saludo afectuoso.
JOSÉ ÁNGEL MORENO Presidente de Economistas sin Fronteras