25 mayo, 2018
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Cómo hacer la declaración de la renta cuando eres joven y no tienes un duro

Por Alberto Alonso de la Fuente

Una versión de este artículo se publicó en la Revista VICE, 4 de abril, 2018

Es tiempo de selfies. Las redes sociales no dan a vasto con tantas fotos de uno mismo, se amontonan y repiten en una espiral interminable. El escenario pasa casi a un segundo plano, dejando el protagonismo del yo gutural en el centro de la imagen.

Personas viajando solas. Autobuses rebosantes de miradas a los smartphones. Comida preparada. Bolsas de un solo uso. Tinder. Parece que el mundo cambia y tiende a centrar el foco en el individuo como tal, en su bienestar y confort. De hecho, el individuo es la última plaza limpia tras el fuerte golpe que la crisis dio a todas aquellas instituciones que refuerzan la idea de comunidad. Sólo entre 2008 y 2016 la confianza en instituciones como los partidos políticos o el parlamento cayó 30 puntos. Da la impresión de que las personas nos hemos refugiado en el individuo, hastiadas de tanta decepción con todo lo que hemos apostado en común y ha salido mal.

Es por esto por lo que no es tampoco el mejor momento para convencer a nadie de pagar sus impuestos alegremente. Hablar de impuestos es aburrido. Además, se dice que los que más tienen son los que menos pagan. Que recortan el crecimiento y que por eso mismo son un freno al despegue económico. De hecho, en el imaginario de muchas personas, los impuestos son sólo un gasto a fondo perdido, un freno a la expansión del individuo y su realización a través de la propia iniciativa.

Las personas vivimos en comunidad por una razón. El primer autor que se preguntó esto fue Thomas Hobbes (1588-1679) y llegó a la conclusión de que antes de vivir juntos, las personas vagábamos por un mundo salvaje en el que imperaba la ley del más fuerte y la justicia brillaba por su ausencia. Las personas, desamparadas y débiles como individuos, decidieron hacer un acuerdo entre ellas para su propia supervivencia: vivirían juntos aceptando unas reglas -pérdida de cierta libertad individual- para gozar de la protección y los beneficios de la comunidad. Y entonces surgieron las aldeas, los pueblos, las ciudades, los Estados…, y, bueno, el resto de la historia ya la conoces. Esta historia no es más que una metáfora, pero Hobbes la utilizó para dar a entender un proceso que ha escalado hasta hoy en día dando como resultado las sociedades complejas en las que vivimos.

Las sociedades más felices, no las más ricas, son aquellas que tienen los vínculos comunitarios más desarrollados. El índice de felicidad de la ONU marca en sus primeras 10 posiciones a países que tienen Estados de Bienestar maduros -y donde los impuestos son por consiguiente más elevados- y que además son menos desiguales, tales como los países nórdicos, Nueva Zelanda o Canadá entre otros.

La fiscalidad en esto juega un papel fundamental. Sí, nos hacemos selfies y está muy bien, pero también nos ponemos enfermos, nos despiden o tenemos hijos a los que les queremos dar una educación de calidad. En esto precisamente consiste un Estado de Bienestar financiado con los impuestos de todos: en disponer de mecanismos que aseguren unos mínimos dignos para todos independientemente de sus circunstancias. Y eso es algo que sólo el Estado puede asegurar mediante políticas financiadas con los impuestos de todos. En los partidos de fútbol de la selección se agitan las banderas de España con fervor mientras se cantan canciones que animan al país ¡Todos a una! Yo animo a todos y todas a que ese fervor que llegará con el mundial de Rusia, comience antes, concretamente en abril, pagando los impuestos que van a hacer de éste un país con más recursos en sanidad o en educación. Un país donde podamos estar orgullosos de responsabilizarnos juntos de quienes trabajamos y vivimos aquí para construir una sociedad más justa y feliz. Todo comienza por esos impuestos.

Pero no termina. Puesto que no hay nada más político que los impuestos. Cuando las Urgencias del Hospital de La Paz se inundan de agua ante la enésima desesperación del equipo médico, estamos precisamente hablando de política impositiva. Los ciudadanos y ciudadanas muchas veces olvidamos la importancia que tienen los impuestos, financiando en última instancia los presupuestos generales del Estado, que a su vez terminan reformando los techos de los hospitales, o no. Cualquier político puede ser acusado de mentir en el pleno del parlamento o en los programas de televisión, pero los presupuestos no mienten. Es por ello fundamental que la ciudadanía conozca detenidamente las políticas -el reparto de los presupuestos- así como el sistema impositivo. En resumidas cuentas: a quién se le quita y a quién se le da.

Algunos consejos para tu declaración

Lo primero, debes saber que sólo tienes que hacer la declaración de la renta si ganas más de 22.000 € brutos anuales -ojo, cuando procedan de un único pagador-. Si tienes varios pagadores, tenemos que contarte que el límite baja a 12.000 € brutos anuales, siempre y cuando la suma percibida por parte del segundo y restantes pagadores sume más de 1.500 €. También se da este límite si se han percibido pensiones compensatorias del cónyuge o anualidades por alimentos, salvo que estas últimas procedan de los padres por decisión judicial (estas últimas están exentas).

Comentarte que la Agencia Tributaria se actualiza y saca este año una app a través de la cuál puedes hacer tu declaración entre otros trámites. La app está ya disponible tanto para Android como para IOS. Además, tendrás otras posibilidades como vía web o a través de la tradicional cita previa con un técnico de Hacienda. Esta última posibilidad te la recomendamos para casos en los que tu situación sea compleja (compra y venta de acciones, viviendas, contratación de planes de pensiones y ahorro, etc.), pero para el resto de los mortales, vía web o a través de la app es suficiente.

Además, debes saber un par de cosas que quizás te sean útiles. La primera es que ser solidario se premia. Si haces donaciones a ONG podrás desgravarte un 75% de los primeros 150 euros donados y un 30% del resto de tus aportaciones, que aumenta al 35% si la cantidad donada a una misma ONG no ha disminuido en cada uno de los tres últimos años. Eso sí, necesitarás un certificado con tus datos identificativos, fecha e importe donado. Lo normal es que te lo hayan enviado al email, pero si no lo encuentras, siempre puedes llamarles para que lo hagan.

Por otra parte, si estas afiliado a un sindicato existen deducciones de las cuotas que pagas, así como los gastos de defensa jurídica contra el empleador si has terminado en malos términos en tu trabajo (éstas con un límite de 300 euros). También aquellos profesionales que pertenecen a colegios profesionales con carácter obligatorio cuentan con deducción en el pago de sus mensualidades.

La segunda cosa que necesitas saber es que, dependiendo del territorio en el que residas, tendrás además otras posibles deducciones, como la del alquiler de tu vivienda. Además, si lo haces en País Vasco o Navarra, tendrás que hablar con las Haciendas Forales de sus respectivas comunidades, no con la Agencia Tributaria. Por último, si eres de los que te has movido entre comunidades autónomas para trabajar, deberás hacer la declaración en aquella en la que hayas residido más tiempo.

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