21 enero, 2016
EsFComunicación

Esa otra RSE

Por Paco Cervera, Artículo publicado en Agora.

El fraude de Volkswagen ha provocado un aluvión de artículos de opinión que han abordado la historia desde diferentes perspectivas. Una de ellas, por supuesto, desde la RSC. En alguno de ellos se ha intentado clavar un puñal de mortal necesidad a esta especialidad, lean este artículo de Enrique Dans, y en otros se ha procurado desviar la atención de la RSC y centrarla más en una mala aplicación de la misma, lean este artículo de Antonio Vives en ÁgoraRSC. En mi opinión, ambas perspectivas tienen razón. Puesto que el problema de la RSC actual en las grandes empresas es cómo se está aplicando y la falta de coherencia entre las medidas puestas en marcha y los resultados pregonados en los informes.

La justificación es sencilla, estamos tratando al mercado de la RSC como perfecto cuando su estructura es claramente imperfecta. Permítanme que lo razone.

En el mercado de la RSC existe un gran número de empresas, pero sólo algunas de ellas dominan el mercado. Efectivamente, son las grandes empresas multinacionales las que definen qué es y qué no es RSC. Claro que estas empresas, por ellas mismas no sería tan sencillo, reciben la colaboración de las grandes consultoras, las Big Four, Escuelas de Negocios y, por supuesto, de medios de comunicación generalistas, y de otros creados expresamente para ello.  Índices, ránquines, como dice Antonio Vives en su artículo hay que tomarlos con cautela y entender muy bien cómo se calculan.

El producto que ofertan en este mercado no es homogéneo. Por condición impuesta, cada empresa define su responsabilidad social según sus características y cómo la entienden desde dentro, sellada con la frase de los informes “(…) En XXXX entendemos el desarrollo sostenible (…)” o también, “(…) En XXXXX entendemos nuestra responsabilidad social (…)”. Condicionada por supuestos que, sin entrar en análisis, podrían ser origen, localización, sector, grupos de interés, tamaño.

Existen, en realidad, muchos demandantes de RSC, pero otra peculiaridad de este mercado es que las empresas eligen y limitan su número. Son las propias empresas las que deciden quiénes forman parte de su demanda, quiénes son sus grupos de interés. Vendría a ser lo mismo que si cualquier empresa decidiese que aquellos que piensan que el negro es un color feo, no van a poder comprar su producto. Fijémonos en los matices de lo anterior. Cuando hablamos de grupo de interés lo estamos diferenciando de grupo de presión, e incluso, de grupo de poder. Las empresas no quieren que nadie les presione, ni que les ordene. Quizás aquí encontremos una razón de porqué los sindicatos, o ciertas ONG’s, no deben ser consideradas como grupos de interés, y sí, en cambio, los trabajadores y el medio ambiente, por ejemplo. Esta restricción es aún menos democrática que la que justifica la posibilidad de formar parte de cualquier mercado, que se resume en la posibilidad de no solo desear un bien, sino poder comprarlo.

Según el modelo de RSC que propugnan las grandes empresas, que las pymes puedan, e incluso les interese, entrar en este mercado será complicado. En muchos foros se comenta que las pymes ya están haciendo responsabilidad social pero que no son conscientes. Lo que vendría a significar que las pymes son responsables sin modificar ningún parámetro de su gestión. Es como reconocer que lo que hacen las grandes es dar bombo a sus prácticas silenciando, o escondiendo, sus irresponsabilidades.

La existencia de información perfecta queda descartada. Los únicos que conocen toda la información y además su veracidad, según están ahora los métodos de certificación y aseguramiento, son los propios oferentes de la misma. Parece obvia la imperfección de este mercado.

¿Qué nos dice la teoría económica más elemental?

Pues que debería ser el Estado con su intervención quien solucionara el problema. Pero, como escribió John Kenneth Galbraith en su libro Nueva Sociedad Industrial, de 1967, las grandes corporaciones no les interesa el mercado, ni se rigen por el mismo. Prefieren, a través del lobismo, intervenir en la elaboración de las leyes para asegurar su supervivencia.

Ya en el 2006, se creó el Consejo Estatal de RSE que podría haber asumido en parte  alguna responsabilidad en cuanto la verificación y evaluación de estas políticas en empresas de cierto tamaño. Si bien es cierto que su actividad está siendo más que discreta, básicamente por los bloqueos a los que se somete por alguna de las partes. Dejar la RSE en manos de la iniciativa privada, sin ningún control público e independiente, en un mercado imperfecto permite que los efectos positivos de esto se los lleven unos pocos, generando cierta desazón y desesperanza en aquellos que creímos en las bondades de esta forma de entender los negocios. No parece que haya interesado demasiado.

¿Cómo es posible que algo tan imperfecto siga funcionando?

El negocio de la RSE continúa vivo. La cantidad de parapetos que existen, charlas, libros, premios, etc. parecen dar vida a todo este discurso, al menos, dinero existe para financiarlo. La complicidad de la clase política dirigente es esencial. Grandes empresas y grandes políticos dando bombo a una retórica cada vez más enmarañada. El otro día elMinistro de Exteriores y la Ministra de Empleo en la presentación de un informe del Ministerio de Exteriores, sobre la función de la RSE de las grandes multinacionales españolas en Iberoamérica.

El sentido parece estar claro. Para realizar ciertas reformas estructurales se requiere la complicidad de la Sociedad Civil, y en esto están. El discurso es bonito, todos somos pacifistas, ecologistas y luchamos contra la pobreza. Aunque les aseguro que los caminos son muy distintos.

¿Existe solución?

Por supuesto. Es muy fácil de explicar pero muy complicada de implementar. Requiere que se cambien estructuras, estrategias y sistemas, pero además, todo el pensamiento que las produjo. Con la RSC no se está cuestionando la esencia propia del sistema, por lo que cualquier cambio nos devolverá irremediablemente, y por inercia, al punto de partida.

Cómo decía un antiguo jefe que tuve cuando asumía alguna responsabilidad que no me correspondía: “Paco, el mundo funciona porque cada cual hace lo que tiene que hacer.” Hay que rescatar al Estado de su secuestro y ponerlo a hacer aquello que se le supone.

Además, y muy urgente, no nos líen más, no se indignen tanto y después apoyen justo lo contrario, no enseñen el dedo para esconder la Luna. José Carlos González (CCOO) ya lanzó un guante en el Dossier 14 de Economistas sin Fronteras (descargarlo):

 “El sistema político empresarial que se resiste a los cambios tiene la palabra: ¿truco o trato?”

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