‘Otra Economía Está en Marcha’, por Elisabet Parejo

Economistas sin fronteras consiguió reunir el pasado 9 y 10 de marzo en Madrid a la socióloga Saskia Sassen, la antropóloga Almudena Hernández, un debate entre Yayo Herrero y Santiago Alba Rico y, finalmente, Silvia Piris Eukona, Miren Saiz Alzugaray y Mikel Kormenzana presentaron un proyecto de producción local y soberanía llevado a cabo en el País Vasco. El broche final de las jornadas fue llevado a cabo por El pie varo, mediante microteatros de improvisación que divirtieron a todos los presentes.

Reunimos en el artículo las ideas principales de cada exposición a la vez que se presentan reflexiones propias que complementan lo presentado en las jornadas.

Herrero mostró la tesis de que lo que debe ocurrir no sea la suposición de que las mujeres no sean naturaleza sino renaturalizar a los hombres. Aunque puede que todo tenga un punto medio. Deberíamos asumir que el alejamiento de la naturaleza nos ha traído muchísimas ventajas (esperanza de vida, alfabetización, nivel de vida digno…) y otras desventajas contras las que no hay que dejar de luchar.

Según Santiago Alba nos estamos deshumanizando, estamos abandonando nuestros cuerpos para alejarnos de la naturaleza, estamos buscando la tendencia infinitesimal, contable y clasificadora que no es más que uno de los instrumentos del capitalismo. Estamos olvidando lo finito con este alejamiento. Esta fuga nos hace temer la corporalidad, vivimos seguros con las identidades que nos ofrecen las grandes compañías, sintiendo que lo tenemos todo controlado con nuestra cuenta de Google y cada vez nos da más pavor vivir sin esas tecnologías. La nueva selva salvaje es la desconexión, la reflexión individual profunda, el silencio y el contacto directo.

Esta valoración de los cuerpos la recoge Almudena Hernando para ofrecernos un doloroso espejo. Casi nadie que mire a una tribu de indígenas con el cuerpo perforado, tatuado y medio desnudo podría identificarse de alguna forma con ellos. Esta falta de identidad se debe al déficit de identidad relacional, aquella compuesta de la más pura naturaleza humana proveniente de las relaciones grupales y de los atributos que de estas se derivan hacia la personalidad del individuo. El sentimiento de pertenencia a un grupo confiere al individuo un rol dentro de él que le otorga seguridad, pertenencia, autorrealización y, en definitiva, sentido. 

El capitalismo y su fuerza divisoria y clasificatoria ha promulgado la división de las identidades hasta el punto en el que pocas personas pueden encontrar un grupo afín a sí. Es decir, la especialización en todos los ámbitos que el capitalismo ha llevado a cabo ha provocado que pocos encontremos acompañantes en nuestro sitio.

Es el mismo capitalismo el que ha potenciado directamente con su combustible, el estilo de vida patriarcal, la división de lo mismo en grupos diferentes en función de nuestras conductas: naturales y culturales. Yayo Herrero apoya esta tesis basándose en la idea de que un hombre cocine es algo cultural y novedoso mientras que cuando lo hace una mujer es algo natural.

Esta es sin embargo la expresión de la identidad relacional y depende simplemente de la cultura del arraigo, independientemente de inteligencia o desarrollo. El ejemplo de la sociedad occidental son las tribus urbanas o las prendas clásicas según profesiones o clases sociales.

Sin embargo, nos hace ver que la identidad relacional se expresa a través de los cuerpos y el aspecto, las modas en prendas de vestir y las tribus urbanas son una muestra de ello. A muchas personas les podría hacer sentir vulnerables demostrarle cómo se guía por impulsos más de tipo natural que mental después de intentar avanzar hacia esa individualidad. Nuestra cultura de grupo es necesaria a la vez que es un constructo aprendido dependiente de modas y momentos históricos. Lo que un día puede ser algo muy solemne, cientos de años después puede parecer cómico.

La huída de la identidad relacional hacia el individualismo mental nos puede hacer caer en un bucle. En muchas ocasiones esta fuga deriva en la identidad relacional de otro grupo ajeno al propio, de esa forma uno se siente ajeno, individual y nuevo. Pero cabe preguntarse una cosa: si necesitamos pertenecer al grupo, ¿por qué tratamos tanto de tratar de explicar el mundo como algo ajeno a nosotros? ¿Por qué siempre querer ser la cámara detrás de la cámara?

En la novela El club de la lucha Tyler Durden dijo: La publicidad nos hace desear coches y ropas, tenemos empleos que odiamos para comprar mierda que no necesitamos […] Crecimos con la televisión que nos hizo creer que algún día seriamos millonarios, dioses del cine o estrellas del rock, pero no lo seremos […]

No sois vuestro trabajo. No sois vuestra cuenta corriente. No sois el coche que tenéis, ni el contenido de vuestra cartera. No sois vuestros pantalones […]

De este discurso se deduce que el capitalismo ha hecho un intercambio injusto con nosotros. Nos ha dado una nueva naturaleza y una identidad basada en lo no natural, nos ha pedido a cambio nuestros datos, dinero, tiempo, esfuerzo y recursos y cuando nos ha exprimido nos ha soltado. Es la economía caníbal devoradora de todo a su paso que comentó Alba Rico, es la economía extractiva que deja tierras muertas que mostró Saskia Sassen.

Cabe destacar el concepto “desnivel prometéico” del que se habló, de cómo con un esfuerzo muy pequeño se pueden hacer estragos inmensurables. Se pone como ejemplo de esto al piloto que pulsó el botón para soltar la bomba Fat Boy sobre Hiroshima el 6 de agosto de 1945. Sin embargo, creo que hay que ser honestos y ampliar el círculo de este concepto siguiendo el hilo del botón. La colaboración diaria con el Big Data, las visitas que regalamos a páginas web, los enlaces que pulsamos y los productos que compramos determinan qué sector del complejo capitalista crece. Lo pequeño de nuestra acción evade y diluye nuestra responsabilidad, nos hace sentir mejor al señalar que es otro el que lo hace mal.

Alba dijo que no somos dueños de nuestros ocios, que nos vienen impuestos y nos dan a elegir entre varias opciones de alimentar al sistema capitalista caníbal. Tal vez haya un punto medio también en esto, nadie imagina que se trabaje en un producto que no va a consumir nadie, de ser cierto los VHS aún estarían llenando las estanterías de las tiendas y el Nokia 5210 todavía estaría en stock. Es muy difícil reconocer que estamos apegados a nuestra nueva naturaleza artificial asociada y sincronizada con nuestra cuenta de Apple y todos nuestros dispositivos. No queremos leer sobre la guerra del coltán cuando vamos a comprar un móvil nuevo a una empresa coreana en lugar de investigar otras alternativas más sostenibles.

Y total, es solo una unidad más, ¿qué más dará?

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