Memoria de Actividades EsF 2013

CARTA DEL PRESIDENTE


De acuerdo con la plácida interpretación que nuestro Gobierno hace de la situación socioeconómica del país, 2013 parece haber sido un año de transición. El año en el que se habría producido el deseado punto de inflexión en la recesión, generándose una nueva tendencia positiva, todavía imperceptible para la gran mayoría, pero que se iría materializando progresivamente en los años siguientes. El año, en definitiva, en el que la política económica adoptada (por la Unión Europea y por el Gobierno español) habría frenado la caída en picado de la economía española para sentar las bases de la recuperación.

Ciertamente, el tiempo transcurrido parece haberle dado la razón en alguna medida. El PIB ha dejado de caer y ha entrado en una senda levemente alcista, las exportaciones han consolidado un crecimiento notable (constituyendo, junto al buen momento turístico, los motores del crecimiento), se ha evitado el rescate general, los mercados financieros internacionales parecen haber dado un respiro a las necesidades de financiación internacional, la omnipresente prima de riesgo se ha reducido claramente… Todo, en efecto, parece indicar que la inmisericorde receta gubernamental (una durísima austeridad propiciadora de una devaluación interna hecha de reducción salarial, pérdida de derechos laborales y recortes drásticos de gasto público y prestaciones sociales), pese a la incomprensión de tantos, ha surtido efecto.

¿Es así realmente? ¿Es sólo cuestión de tiempo que los efectos positivos -hasta ahora sólo perceptibles en algunas variables macro- vayan calando y posibilitando mejores condiciones económicas para todos? En Economistas sin Fronteras -coincidiendo con la opinión de muchos expertos de amplio signo- no podemos dejar de dudarlo. Al menos, por dos razones:

En primer lugar, porque las severísimas políticas económicas aplicadas están lejos de resolver los principales desequilibrios de nuestra economía: el déficit público no se reduce al ritmo que nos exige la Eurozona, la deuda externa sigue creciendo desbocadamente, la situación del sector financiero (pese a la multimillonaria ayuda pública y a la cuantiosa financiación barata por parte del Banco Central Europeo) sigue siendo muy preocupante y, sobre todo, el paro sigue en niveles insoportables. Desequilibrios que, junto al riesgo ya no descartable de deflación, determinan una elevada vulnerabilidad en el incipiente e inseguro crecimiento.

En segundo lugar, porque la estrategia seguida (encaminada a abaratar los costes laborales, intensificar la productividad del trabajo e incrementar las exportaciones) tiene límites evidentes: por una parte, es difícil que las exportaciones crezcan lo suficiente en un contexto en el que nuestros principales clientes (los países de la UE) siguen estrategias parecidas y en el que la economía mundial crece muy lentamente; por otra, porque el peso de las exportaciones en nuestro PIB (por mucho que crezcan) es manifiestamente insuficiente como para compensar la atonía de la demanda interna. En esas condiciones, la estrategia devaluadora puede posibilitar (como lo está haciendo) una lenta mejoría de nuestro déficit por cuenta corriente, una mejor valoración por los mercados financieros internacionales e incluso moderadas tasas de crecimiento, pero no una mejora mínimamente significativa y rápida de los niveles de empleo y de las condiciones de vida de la mayoría de la población.

En estas circunstancias, no parece que vaya a cambiar sustancialmente el dramático panorama que nos han dejado la crisis y las políticas aplicadas presuntamente para superarla: paro masivo, pérdida radical de calidad de vida, ingente reducción de derechos y prestaciones sociales, empeoramiento acelerado de la cobertura pública de las necesidades básicas, deterioro de los sistemas esenciales para el desarrollo (educación, salud, investigación…), incremento impensable de los niveles de pobreza, precariedad, desigualdad y exclusión… Los resultados de un ajuste brutal que ha cargado en las sufridas espaldas de la mayoría social los costes de la crisis y los esfuerzos de una pretendida recuperación que sólo alcanza a unos pocos. Un ajuste insolidario que se refleja también en la radical reducción de fondos para la cooperación al desarrollo, reflejo no sólo de inclemencia, sino también de una profunda miopía política. Y todo en medio de una escandalosa injusticia tributaria, una nauseabunda corrupción política, actitudes crecientemente duras en materia de seguridad ciudadana e inmigración y comportamientos en sectores muy sig nificativos del poder económico que sobrepasan los límites de la obscenidad.

Un panorama, en suma, que parece ratificar las tesis de quienes consideran que la estrategia seguida (una estrategia general en la Eurozona, pero en la que nuestro gobierno está siendo alumno distinguido) no es más que un pretexto para socavar de forma decisiva los pilares del Estado de Bienestar y del modelo social en el que éste se sustentaba: una voraz apuesta para reestructurar radicalmente la relación de fuerzas sociales y los fundamentos del poder económico. O lo que es lo mismo, un asombroso proceso de transferencia de poder y riqueza a las élites económicas desde los sectores mayoritarios. Sectores, sin embargo, que -aunque cada día más crispados y abatidos- están soportando la agresión con una mesura modélica.

Ha sido 2013, por tanto, un año difícil, terriblemente difícil, para la gran mayoría de nuestra sociedad. Un año más (y van muchos) de penuria, de desesperanza y de una angustia creciente que están haciendo invivible la vida de amplios sectores de la población. Un año, por eso, en el que nuestra organización, además de desarrollar su trabajo habitual, ha querido intensificar su mirada, crecientemente alarmada, al entorno en el que opera: queriendo con ello aportar, con toda la modestia de su pequeñez, briznas de reflexión y de opinión sobre el mundo en que vivimos, el mundo al que se nos está conduciendo aceleradamente y el mundo al que quisiéramos aspirar.

A ello respondió, como ejemplo estelar, la organización en noviembre del encuentro “Otra Economía Está En Marcha” (con más de una quincena de ponentes españoles y extranjeros y una audiencia que sobrepasó nuestras más optimistas expectativas): un foro en el que se expusieron y debatieron ideas y prácticas que quieren demostrar en el pensamiento y en la experiencia cotidiana que el curso de la historia no está predeterminado y que es posible otra economía, otra forma de vida y otro modelo de sociedad; que no es descartable ni obsoleta la esperanza. Y a ello respondieron también actuaciones como el inicio desde comienzos de julio de una colaboración semanal con eldiario.es (con 27 artículos en el año; el primero de nuestro anterior presidente, Alejandro Represa, y el último del año de uno de nuestros más jóvenes voluntarios, Yago Álvarez) y la continuidad de nuestra publicación trimestral Dossieres EsF, de la que a lo largo del año aparecieron números dedicados a la banca ética (coordinado por Marcos de Castro, vicepresidente de la Zona Centro de FIARE), a la desigualdad y a la ruptura de la cohesión social (coordinado por Víctor Renes, del equipo de estudios de Cáritas), a la seguridad alimentaria (coordinado por José Manuel García de la Cruz, profesor titular de la Universidad Autónoma de Madrid y miembro del Consejo Editorial de Dossieres EsF) y a la agenda de desarrollo-post 2015 (coordinado por Pablo Martínez Osés, coordinador de la Plataforma 2015 y más), números todos sobre los que se organizaron sendos actos públicos de presentación y debate.

Todo, como decía, sin que se haya resentido un ápice el trabajo básico de Economistas sin Fronteras: el que vienen desempeñando con ilusión, esfuerzo y acierto ejemplares las áreas técnicas (Cooperación al Desarrollo, Educación para el Desarrollo, Economía Social y Solidaria y Responsabilidad Social Corporativa), las delegaciones de Euskadi y Andalucía y la Secretaría Técnica. Ellas son las que, un año más -y pese a la dureza de un entorno inclemente también con las organizaciones sociales- han sustentado la organización y han posibilitado su continuidad y su futuro. Por eso a ellas (a las personas que en ellas trabajan) va mi agradecimiento prioritario: un agradecimiento en el que no puedo dejar de incluir al ya numeroso y entusiasta grupo de voluntarias/os (sensibilización, comunicación, redes sociales, diseño, apoyo informático, apoyo a la web, Consejo Editorial de Dossieres EsF, artículos para eldiario.es, delegaciones…) y, cómo no, a mis compañeras y compañeros de la Junta Directiva y del Patronato, así como a nuestros socios y socias y a los muchos simpatizantes de nuestras actividades, muchas veces anónimos, pero esenciales siempre para el trabajo y para los objetivos de Economistas sin Fronteras.

Todos son fundamentales para esta entrañable organización y todos, desde luego, le dedican mucho más tiempo y esfuerzo de los que sería razonable esperar. Por eso, a todos (pero sobre todo a los que en ella trabajan o colaboran de forma más intensa) quien esto firma quiere dejar constancia en esta carta (que es también su carta de despedida como presidente) de su gratitud, de su reconocimiento y de su afecto.

José Ángel Moreno
Presidente de Economistas sin Fronteras

(a 31 de diciembre de 2013)

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