Los días 14 y 15 de abril Economistas sin Fronteras estuvo presente en las conferencias “Europe can do better: good jobs, worker participation, investment”, celebradas en Bruselas y organizadas por la Fundación Hans Böckler, con el apoyo del European Trade Union Institute. Esta fundación, creada en 1977, está fuertemente vinculada a la Federación Sindical Alemana, y entre sus propósitos se encuentran la investigación en ciencias sociales y la promoción de la participación de los empleados en el ámbito de la cogestión empresarial.
Estas jornadas estuvieron centradas en el análisis de la problemática europea. En concreto, la Unión Europea lleva años golpeada por las políticas de austeridad y de desregulación; unas políticas económicas en la gestión de la crisis económica que han profundizado el empeoramiento de las condiciones de trabajo y de vida de los trabajadores en muchos países de la Unión Europea. A la hora de trazar alternativas, la discusión se articuló en torno a la inversión, la calidad del trabajo o la educación como vectores transformadores de una realidad europea que dista mucho de haber superado la crisis en la que está inmersa desde hace ya más de cinco años.
Buena parte del interés de estas jornadas lo despertó la intervención de Joseph Stiglitz, Premio Nobel de economía en el año 2001. Su ponencia estuvo centrada en la descripción de los pilares que, a juicio del ponente, explican la actual crisis en la Unión Europea, y en concreto en el espacio económico de la eurozona. Stiglitz comenzó destacando que la eurozona vive una crisis mucho más aguda que otras regiones, y que esto se debe, en primer lugar, a un deficiente diseño de la estructura de la propia eurozona, que no es un área monetaria óptima; y en segundo lugar, a las políticas que se han ido aplicando en la gestión de la crisis. En este sentido, advertía el ponente, Europa va camino de prolongar su estancamiento a un período que sobrepase las dos décadas.
El euro no es un proyecto político lo suficientemente fuerte y cohesionado. Con el transcurso de los años se ha ido abriendo una brecha, en términos de PIB, entre los países del centro y norte de Europa, y aquellos situados en la periferia meridional. Los criterios de convergencia nominal no han resultado ser funcionales al objetivo de convergencia real que se perseguía. De hecho, lo que ha ocurrido ha sido lo contrario, esto es, se ha configurado un área económica que genera una tendencia polarizadora o divergente entre los Estados miembro que la componen.
En esta coyuntura, Stiglitz planteaba tres escenarios alternativos: 1) Una reforma profunda de la estructura de la eurozona; 2) Llevar a cabo un conjunto mínimo de reformas; 3) La ruptura del euro. Si apostamos por el primer escenario, que bajo el punto de vista del ponente era lo más conveniente, debería diseñarse un conjunto de reformas de gran calado, muy alejadas de las políticas económicas que se han estado implementando a lo largo de estos últimos años.
El ajuste estructural de los últimos años, lejos de sentar las bases para un crecimiento sostenido, ha sido totalmente contraproducente y ha generado un problema de insuficiencia de la demanda agregada. En esta línea, las políticas de devaluación interna tampoco han mejorado la competitividad a través de una mejora del desempeño exportador, sino que el resultado inmediato ha sido una enorme caída de las importaciones.
Por tanto, el abanico de reformas que deberían articular una salida de la crisis para la eurozona debería estar apoyado en los siguientes elementos. En primer lugar, resulta necesario establecer un marco fiscal común, con vistas a eliminar de una vez por todas la competencia fiscal “a la baja” que se desarrolla hoy en día entre los distintos países de la Unión Europea. En segundo lugar, con una mutualización de la deuda, aunque aquí Stiglitz no pasó a detallar bajo qué formula, se conseguiría un descenso de los tipos de interés, sobre todo en aquellos países, como los de la periferia europea, que necesitan un mayor espacio fiscal para llevar a cabo políticas expansivas de reactivación de la demanda agregada. Por otro lado, también es indispensable que los países con estructuras productivas más frágiles dispongan de la capacidad de poder desarrollar políticas industriales, de manera que puedan reducir la brecha que les separa de los países con estructuras productivas más desarrolladas dentro de la Unión Europea. En cuarto lugar, es fundamental realizar un giro de 180 grados con las políticas de austeridad. Como se apuntaba anteriormente, estas han generado un grave problema de insuficiencia de la demanda agregada. Por tanto, solo a través de políticas expansivas, orientadas a fomentar el crecimiento, podrá revertirse tal situación. Por último, Stiglitz también remarco la necesidad para algunos países de llevar a cabo procesos de reestructuración de su deuda, aunque no profundizó mucho más sobre dicha cuestión.
En definitiva, el Premio Nobel resumía que la crisis económica está apoyada en un exceso de confianza en las bondades de la autorregulación de los mercados. Cuando desde el público un estudiante le preguntó cómo era posible que en su período de formación como economista en la universidad apenas hubieran analizado la crisis económica, Stiglitz comentaba, con cierta ironía, que en Estados Unidos algunos colegas suyos aún no reconocían que hubiera habido una crisis, y que los que lo hacían argumentaban que las causas no se encontraban en los fallos de mercado, o en el papel del sistema financiero, sino en la actuación del gobierno.
Por último, a lo largo de los dos días de conferencias también se configuraron diferentes mesas redondas de manera simultánea desde las que se abordaron temáticas como el papel de los sindicatos en Europa, la calidad del empleo o el Plan Junker. En esta última mesa participó Nacho Álvarez, el único economista español en las jornadas. Nacho Álvarez apostaba por estrategias de inversión cuyos rendimientos económicos y sociales tuvieran un recorrido no solo de corto plazo, sino de largo plazo, con vistas a generar un crecimiento sostenido, equitativo y sostenible en términos ecológicos. También abogaba por un cambio de modelo productivo en los países periféricos, como España, de manera que ello posibilite una convergencia real con los países centroeuropeos. Por último, apuntaba Nacho Álvarez, al igual que no vale cualquier inversión, en el empleo también habría que hacer énfasis en la calidad del mismo, pues el crecimiento de los “working poors” es una realidad cada vez más preocupante en algunos países europeos.
Para concluir, cabría decir que este ciclo de conferencias abre espacios de discusión sobre alternativas progresistas a la crisis europea en un marco, como es Bruselas, de donde emanan buena parte de las recomendaciones e imposiciones de la deficiente y contraproducente política económica que ha llevado a la Unión Europea al bloqueo actual. Que estos espacios se multipliquen.