‘Otra Economía Está en Marcha’, por Pablo Saralegui

Los análisis de Saskia Sassen sobre las altas finanzas, y el salto que éstas realizaron hasta alcanzar los activos materiales de nuestra economía real, en este caso las viviendas y apartamentos como forma de respaldarlos, implica ampliar la mirada sobre lo que puede ser posible desde el capitalismo global. En efecto, coincido con ella en que estamos en una transformación de paradigma, en donde el neoliberalismo adquiere nuevas formas aun agresivas que se ciernen sobre lo más básico de la vida, en su ejemplo la vivienda, y cómo ésto sirve para generar cantidades económicas de absurdo tamaño en pocos minutos, cuyo último objetivo es la perpetúa acumulación. Esta transformación hacia la generación de un dinero virtual que fluye en la esfera financiera pero que afecta a lo real, puede verse materializado en las oficinas de estos gigantes financieros: donde antes había secretarias, ahora hay físicos inventando algoritmos que incrementan el valor de los activos que fluyen virtualmente, pero que finalmente depositan ganancias extraordinarias en los más poderosos, que en última instancia les permiten desposeer material y subjetivamente aún más.

Dicho esto, Saskia Sassen propone las ciudades como lugares desde los que combatir este funcionamiento perverso de la economía global, ciudades desde donde la reapropiación de lo ciudadano puede dar lugar a alternativas que combatan desde los centros de poder estas estructuras. En este enunciado particular me encuentro en desacuerdo con la autora. En efecto, no hay nada más visible que las ciudades para combatir la globalización neoliberal, ya que la multiculturalidad y la capacidad de articularse es mucho mayor que en otros emplazamientos geográficos. Sin embargo, allá donde esta esfera de poder ejerce sus mayores impactos, ya sea por medio de la desposesión errática o planificada de tierras, el extractivismo y otras maniobras para extraer recursos y personas por medio de la generación de “zonas de sacrificio” en palabras de Maristella Svampa, es donde surgen alternativas que consolidan un horizonte ejemplarmente emancipador. En estos lugares, comunidades indígenas, campesinos/as, y otros actores desposeídos ejecutan proyectos contra-hegemónicos desde su posición subalterna, tomando todo aquello que ha quedado fuera del proyecto desarrollista y neoliberal para ponerlo en diálogo y construir inclusivamente. De este modo, mezclando culturas populares, identidad, prácticas agroecológicas, comunalismo y nuevas economías entre otros aspectos, estos colectivos ejercen un empuje mucho más fuerte que el que se viene dando desde las ciudades a pesar de tener menos visibilidad, consiguiendo de este modo poner en duda el “there is no alternative” de Thatcher tan empleado hoy en día: sí que hay alternativa y son desde estos pueblos desde donde se están generando.

La ciudad, por ser el lugar donde el capital ha tenido su máxima acumulación, se encuentra profundamente desvinculada del contexto biofísico que la mantiene, y extremadamente desligada de la memoria biocultural bajo las que funcionaban las comunidades más sostenibles del planeta, dos elementos que hacen difícil las propuestas de otros mundos posibles. Sin embargo, al encontrarse ligados al territorio, estos colectivos desposeídos formulan horizontes que no solo reclaman justicia social, sino que también incorporan la sostenibilidad del planeta como elemento clave del proyecto político, algo que en varias ocasiones queda en segundo plano cuando hablamos de propuestas urbanas. Creo que mientras sigamos pensando en alternativas a la globalización neoliberal desde la ciudad, seguiremos perpetuando un sistema que se mueve en dicotomías, por lo que desde las críticas debemos construir horizontes que conciban el mundo sin las fronteras conceptuales en las que se mueve nuestro sistema económico, poniendo en diálogo discursos y prácticas de distintos lugares del mundo de manera no jerárquica, en una ecología de saberes que construya un proyecto político verdaderamente emancipador.

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