‘El cambio, mi planeta y yo’, por Yesica Mercedes Romero

La Agenda 2030 de la ONU: 17 Objetivos y 169 metas. A 2 de abril de 2018, nos quedan 11 años y 271 días para ver cumplido, esperemos mínimo el 50%, el “plan de acción a favor de las personas, el planeta y la prosperidad” (de Desarrollo Sostenible) que ha marcado la ONU, y cuyo trabajo les ha costado un poco más de 2 años. Yo contaré con 36 años de vida, confiando en que los llegue a vivir.

A mis 24 años, en 9 y 10 de marzo de 2018, asisto a unas jornadas denominadas “Otra economía está en marcha” y, aunque no fue este momento el detonante de mi revolución interna, si avivó el fuego. Que esté escribiendo esto significa que la llama sigue ardiendo. Y si os parece, voy a quemar los números, más que nada para dejar de hacer cuentas.

Entra en escena Saskia Sassen, con sencillez inmejorable. Su acento argentino merece especial atención en mi caso, nací en Ecuador y tengo pocas referentes latinoamericanas. Nos lleva a su terreno, con datos propios que la respaldan. En la pantalla que tiene detrás se presentan unos datos dibujados. Las personas de a pie entendemos mejor los dibujos. Nos dibuja altas finanzas, lógicas extractivas, especulaciones en otro mercado, además de otros tantos conceptos inaccesibles hasta el momento y que llevan a comprender la inmensidad de expulsiones causadas por esa otra realidad, gobernada por los que no creen en el poder de la polis. Los que tienen a Dios en los números y como religión la matemática. Sí, definitivamente entendí que hay un “supra-mercado”, con objetivos a muy largo plazo en un “planeta finito”. 

Quiero entender más, así que con esta nueva información me pongo con operaciones matemáticas, aritmética básica ¿Que obtengo? El mismo resultado que Antoine-Laurent Lavoisier “la materia no se crea ni se destruye, se transforma”. Se transforma ¿en qué? La interpretación que le doy a mis resultados me deja más dudas, más interrogantes que quiero solucionar. Pero llevo muy mal los números, soy una estudiante de letras. La única opción para encontrar la verdad es posicionarme en la primera fase de la investigación, la que todos conocemos, la de observar, una posición pasiva que acabo de darme cuenta he llevado a cabo toda mi vida, así que es momento de pasar a la parte activa, desde mis verdes conocimientos voy a encauzarme a hacer crítica. Porque ya tenemos bastante con nuestro modelo económico vigente, manejado por una “mano invisible”, que para mí y para cada vez más personas de invisible solo tiene la impunidad con la que actúa.

Hasta aquí la primera toma de contacto con otra forma de investigar y de mostrar la realidad en la que vivo, la que pone Saskia y deja leña.

Profesora de prehistoria, Almudena Hernando. Deja claro, antes que nada, que el ser humano no puede abarcar la infinitud de fenómenos que pueden darse en nuestro planeta. “Fantasía de la individualidad” es el título de su ponencia. Es fácil comprender por dónde van los tiros. La INDIVIDUALIDAD, un concepto casi tan familiar como el de EXPULSIÓN, es lo que me mueve: mi yo, mis ganas de controlar lo que me rodea, mi lema “El mundo es mío, me lo comeré” y otras tantas ideas que me hacen sentir omnipotente.

Sigo atenta a lo que me está explicando la investigadora que tengo enfrente (es tan fácil perderse en ese yo… yo… yo mental) porque resulta que todo lo que está diciendo con firmeza, lo he llegado a pensar yo, de camino a algún lugar, en el metro, solo que sus palabras si tienen el peso de la veracidad, ya que ella aparte de hacer el trabajo de observar, ha formulado hipótesis, experimentado y llegado a conclusiones. La teoría que nos expone en ese momento es fruto de ese trabajo.

Nos explica, con una facilidad que abruma, que la identidad humana de las personas (entiendo del “primer mundo”) se caracteriza por ser independiente en espacio y tiempo, marcada por el sentimiento de seguridad que les ofrece el sistema moderno.

Lo compara con otros sistemas primitivos, en los que no existe identidad individual, sino únicamente una grupal, se trata de comunidades cuya identidad está compuesta estrictamente por la de grupo. No hay yo. No hay partes. Me atormenta esta idea y quiero “salvarles”, pero quizás quienes deban salvar sean ellos, a mi. Sí, aquí viene lo más importante. 

Resulta que en el mundo moderno la complejidad socio-económica con su especificación de funciones produce seres más individuales que buscan beneficios para sí mismos, ya no para una comunidad, logrando acrecentar su identidad individual. En su creencia de ser capaces de mantenerse vivos desvinculados de la sociedad se encaminan a aumentar su capital propio. Eso hará que se sientan con poder sobre el mundo. En su afán, conseguirán recursos materiales que aportarán mayor seguridad a sus vidas. O eso creen, pues se han desprendido de su identidad relacional. Sin ella ha sido fácil llegar al objetivo personal. Al yo que se tiene en mente. Pero en este punto, nos encontramos insatisfechos, porque hemos dejado de lado nuestro yo emocional, que con otro modus operandi nos marca directrices muy distintas. Las personas que aun conservan, e incluso desarrollan, esta última identidad, son personas que cuidan al de al lado, protegen sus emociones con respecto a lo que les rodea, buscan el bienestar de algún grupo: la familia, la comunidad de vecinos, el barrio, los compañeros de trabajo… En fin, dan suma importancia a sus relaciones con los demás, a la necesidad de estar en contacto con otros seres, pues no se creó el lenguaje para comunicarse en soledad. La llegada de la escritura puede considerarse como el detonante de esta situación, ya que a partir de entonces comenzó el proceso irreversible de separación entre el discurso y la acción. Lo que decimos es perfectamente liberable de lo que hacemos y ¡tachán! ¡Bienvenidos al mundo de la incongruencia!

A estas alturas, yo con una madurez autoexigida ya se de qué lado estoy.

Siguiente sesión, entro en la sala y hay dos personas, una mujer y un hombre, esperando a ser escuchadas. Yayo Herrero y Santiago Alba pronuncian un discurso, dialogando, en el que han trabajado juntos. El contenido de su discurso se centra en el cuidado de la vida. En quién realiza esa labor. Recalcan la falta de conciencia de la finitud de los cuerpos que nos lleva a la creencia de abundancia. Aspiramos a la abundancia y huimos de los límites.

En un sistema capitalista, con la fantasía de individualidad que hemos creado, nos creemos independientes de la naturaleza, de los cuerpos, de nuestro cuerpo.

Nunca me lo habría planteado de esa manera, nunca hubiese pensado en “cuerpos” de una manera tan humana, en que entre todos tenemos que proteger la vida que hay en esos cuerpos.

 

Por último, se concluye formalmente con un taller de soberanía alimentaria. Escucho atentamente a los ponentes, dos mujeres y un hombre. Llevan muchos años creyendo en otro modelo económico, levantando una bandera al grito de “Otra economía está en marcha”. Están trabajando poderosamente en iniciativas sociales, los objetivos también son sociales. Con ellas reivindican el derecho de los pueblos a gestionar sus políticas alimentarias.  Y es que le han dado una alternativa a la producción masiva. Se llama “agroecología”. Una nueva forma de producir, distribuir y consumir. Están haciendo realidad una utopia, consiguiendo minimizar los costes ambientales. Son minoría por el momento.

Finalizan las jornadas con un teatro improvisado. Dos enérgicas personas asaltan la sala, un hombre y una mujer, actores, nos cuentan historias interpretadas en vivo. Para ello requieren nuestra colaboración.

Entre risas y aplausos se cierra el telón.

La Agenda 2030 sigue su cuenta atrás, así como el cambio climático. Participé en el 8M, mi primera huelga, mi primera manifestación. No la última. En este marco feminista presencié las jornadas, en las que evidencié la fortaleza y talento de las mujeres. La solución la tenemos nosotras. Soy mujer y en mí también está el cambio. Queda mucho por hacer y hoy sigue en pie mi compromiso con la vida.

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