“Hemos sacrificado los viejos dioses inmateriales, y ocupamos el templo con el Dios Mercado. Él nos organiza la economía, la Política, los hábitos, la vida y hasta nos financia en cuotas y tarjetas, la apariencia de felicidad. Parecería que hemos nacido sólo para consumir y consumir y cuando no podemos cargamos con la frustración, la pobreza y la autoexclusión.”
Un extracto del potente discurso de José Mujica Cordano, ex presidente de Uruguay en la asamblea general de las Naciones Unidas en 2013, que sintetiza la frustración de muchos y muchas qué nos cuestionamos cómo lograr los cambios necesarios para transformar la política, la economía y todas las prácticas desde las diferentes esferas que sitúan el interés individual sobre el bienestar colectivo, que se olvidan de poner al centro a la vida y a la naturaleza. Estas dinámicas perpetúan un estado de esclavitud donde siempre hay uno que ejerce poder sobre el otro y para que unos ganen, otros tienen que perder, y vaya qué manera de perder. Al navegar por las amargas memorias de la historia el corazón se estruja, entonces se canaliza la impotencia y la rabia para luchar, para nunca más perder lo que debería estar prohibido perder, para que nunca más se arrebate de la gente lo que es necesario para llevar una vida digna, de libertad y bienestar.
Mi participación en las V jornadas de otra economía está en marcha viene como resultado de una búsqueda personal ante esta frustración que me causa el mirar a mi alrededor y ver un sistema que se rige por la creciente dependencia en lo material y el creciente desapego hacia la naturaleza. A través de este escrito desarrollo mi interpretación de lo aprendido en algunas de las conferencias y talleres de las jornadas y su vinculación con la Coherencia de políticas públicas y la Agenda de desarrollo 2030.
Una de las conferencias que me gustó bastante fue la de Saskia Sassen sobre las expulsiones de la globalización. Me pareció brutal la manera en que define y explica las expulsiones refiriéndose a todo tipo de práctica, actividad, situación en la vida, en la que, según el sistema capitalista, sino aporta ningún valor para la economía, es decir, si no hay un valor monetario, el sistema te desecha, invisibiliza y desvaloriza. Por ejemplo, una persona que lleva desempleada 5 años ya no figura en la economía y por tanto, como ella mencionaba, “en tu plena materialidad no hay concepto que te tome en cuenta”.
Es muy fuerte digerir esta realidad en la que nuestro valor está determinado por lo que producimos dentro y para el sistema monetario, generar para luego consumir, desechar para luego volver a consumir y así continuamente sin importar el costo. Pero las actividades que nos conectan con la vida y la promuevan carecen de todo valor. Suena ridículo y cualquiera sería capaz de reconocerlo así, pero en la dinámica diaria bajo las presiones, necesidades y las distintas realidades repletas de fallas, abundan la corrupción, los abusos, la violencia, etc., por lo que resulta difícil percibir esto con claridad y terminamos danzando al vaivén de las olas del neoliberalismo.
Saskia también habló sobre la financiarización de la economía, en especial a lo ocurrido con la crisis financiera en 2008, se crea un mundo ficticio para seguir extrayendo un poco más, y a pesar de las lecciones que deberían haber sido aprendidas, hoy nuevamente a través de la especulación se buscan nuevas formas para seguir extrayendo el mayor beneficio posible.
El crecimiento deliberado del sector financiero en las últimas décadas, como lo explica Stiglitz, sucede para que los de arriba se enriquezcan, siguiendo un modelo de economía donde el fin es obtener más y más renta. Es inaceptable que este monstruo de la financiarización se apodere de todo a su paso, como es el caso de la regulación de las emisiones de carbono que hoy en día están sujetas a especulación y al mero propósito de obtener ganancia/renta, es un burdo chiste. El capitalismo es más hábil que un camaleón para camuflarse al tono de las críticas y exigencias de la sociedad y en su mentirosa transformación para cubrir esas demandas logró de manera triunfante adormecer a algunas y algunos que le compran el “cambio”.
Y esta economía extractiva aparenta beneficio, pero al final solo extrae, como Saskia decía en muchos lugares solo deja “tierra muerta”, proyectos que se jactan de brindar trabajo, desarrollo, pero al final los proyectos se van y a su paso causan severos daños a la tierra y la naturaleza que son irreversibles y por lo tanto los costos mayores que los beneficios. Se promueve desarrollo, pero qué tipo de desarrollo, desarrollo para qué y para quién, cuáles son los costos de este desarrollo y si es si quiera sostenible.
Cuando pienso en ésto lo asocio con la agenda de desarrollo 2030, que plantea una agenda de transformación, pero le falta un enfoque multidimensional que no solo esté enfocado a desarrollo como crecimiento económico, que es justamente ese veneno que nos está enfermando. La agenda promueve objetivos más amplios en comparación con la agenda pasada, pero sigue faltando una metodología que rete hacia una verdadera transformación. Es decir, si seguimos bajo la asociación de desarrollo como crecimiento económico, proyectos como los que menciona Saskia seguirán extrayendo vida en lugar de generarla y cuidarla. Por lo tanto, la agenda de desarrollo está construida sobre arenas movedizas; no hay una propuesta para solucionar el problema de raíz, podrían compararse con una pastilla para calmar el dolor, consecuencia del virus del capitalismo neoliberal: sin duda calma el dolor, pero no lo cura.
Ante este panorama desalentador, es inspirador ver proyectos e iniciativas como las que vimos y de las que aprendimos en las jornadas, gente que está en acción para ir en contra de este tipo de capitalismo caníbal como dijo Yayo Herrero, que devora todo. Las personas son la motivación y esperanza y el reflejo vivo de que otra economía está en marcha y no queda más que bajarnos del tren capitalista que va con destino a muerte segura y unirnos al colectivo que busca y cuida a la vida. Me llevo de estas jornadas preciosos proyectos y muchas lecciones aprendidas, mucha fortaleza y dedicación para despertar y convencer a más pasajeros del tren suicida a que nos acompañen en una transición que es paciente, lenta y de largo plazo pero que vale la pena. Esta es una revolución permanente para curarnos del capitalismo y de manera colectiva exigir e incidir en las políticas públicas, hacer nosotras y nosotros la economía, la política poniendo en el centro la vida y la naturaleza. ¡Desterremos al Dios mercado de su dominio con lucha y rebeldía para vivir una vida digna!