Por Juan A. Gimeno
Artículo publicado en El Salmón Contracorriente el 20 de enero de 2015[space height=»HEIGHT»][space height=»HEIGHT»]

La desigualdad y los índices de pobreza vienen creciendo de forma alarmante, y muy especialmente en nuestro país por las políticas aplicadas bajo el pretexto del control del déficit presupuestario.[space height=»HEIGHT»]
Los sistemas de rentas mínimas que intentan paliar las situaciones más angustiosas de necesidad son complejos, heterogéneos y escasamente eficaces. Buena parte de los posibles beneficiarios no acceden a las ayudas, los costes administrativos de gestión son muy altos, tanto para la administración pública correspondiente como para el propio sujeto beneficiario, sometido a farragosos controles y trámites administrativos. Es sangrante el importante retraso que se sufre desde el momento en que se inician los trámites de solicitud y el efectivo disfrute de la prestación, con el consiguiente efecto de desprotección temporal.
El hecho de que las prestaciones estén condicionadas al cumplimiento de determinadas circunstancias y que sean habitualmente incompatibles con la obtención de empleo u otros ingresos, suponen un desincentivo al empleo y un estímulo a la economía sumergida (trampa de la pobreza). La mayor parte de las prestaciones implican el reconocimiento público de situaciones de marginación, con lo que ello supone de estigmatización social.[space height=»HEIGHT»]
La propuesta de una renta básica viene a ser una respuesta adecuada a todos estos inconvenientes, que se convierten así en sus grandes ventajas:[space height=»HEIGHT»]
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Ello permitiría una renta básica de 4.755,80 euros anuales (396,32 euros mensuales). Obsérvese que para una familia de dos adultos y dos menores, la renta básica supondría 12.365’18 euros al año, 1.030’43 al mes. Y la mayoría de las rentas mínimas actuales suponen, para situaciones familiares, importes menores al citado.[space height=»HEIGHT»]
En todo caso, la propuesta de una renta básica es viable y conveniente por lo que supondría de simplificación, automatismo, reducción de la pobreza y la economía sumergida, y mejora en la equidad de nuestro sistema de protección social.
- Es una medida directa y eficaz contra la pobreza.
- Es de muy sencilla aplicación y gestión, por lo que es relativamente fácil asegurar el acceso universal y la equidad en su recepción.
- Se reducen drásticamente los costes de gestión relacionados, con lo que ello implica de ahorro de recursos para las administraciones y para los ciudadanos.
- La prestación es previa y automática, por lo que se evitan retrasos indebidos en su disfrute.
- La compatibilidad explícita con cualquier otro ingreso permite obviar la trampa de la pobreza, así como eliminar incentivos al fraude y las barreras para aceptar ofertas de empleo.
- Desaparece cualquier atisbo de estigmatización social o vergüenza. Es un derecho universal por el mero hecho de ser ciudadano y miembro de una colectividad.[space height=»HEIGHT»]
Los números de la Renta Básica
En todo caso, para hacer viable financieramente la propuesta, a partir de un cierto nivel de renta y de forma progresiva se reduciría la cuantía percibida en concepto de renta básica hasta llegar a anularse para los ciudadanos situados en el extremo superior de la escala de ingresos, a través de un recargo en el IRPF.[space height=»HEIGHT»] Si consideramos que:[space height=»HEIGHT»]- la renta básica absorbería la casi totalidad de las prestaciones asistenciales actuales y la parte correspondiente de las contributivas.
- se suprimirían deducciones y prestaciones familiares actualmente existentes.
- habría un pequeño ahorro de gestión.
- el aumento de renta que supondría para los niveles inferiores de renta propiciaría un relanzamiento del consumo y de la recaudación tributaria… estimamos que deberíamos recuperar en el IRPF poco más del 40% del programa. O lo que es lo mismo, que se autofinanciaría el 60% del coste total (véase el cuadro).[space height=»HEIGHT»]
