EcoEko cumple 10 años. Es un proyecto que Vicky Hermida comenzó junto a su hermana ante la falta de oferta e información sobre cosmética natural en España. En sus “ecotupper”, charlas en las que enseñan a las personas participantes cómo leer y comprender lo que contienen estos productos y cómo nos afectan, se dieron cuenta de que proporcionaban un excelente análisis de un problema para el que no había solución en ese momento. Así, decidieron hacerse cargo de esa frustración y ausencia de alternativas para proponer otra manera de hacer las cosas, aprovechando todo su conocimiento y experiencia en sectores relacionados.
Desde entonces, la iniciativa se ha ido consolidando y el equipo, creciendo, de forma que se hizo necesario dotarla de cierta estructura y organización. Con el objetivo de alejarse lo máximo posible de la idea de empresa “tradicional”, se plantearon la posibilidad de hacer de EcoEko una cooperativa. No obstante, la regulación entonces exigía un mínimo de tres personas y, puesto que eran dos y no querían incluir a una tercera persona ajena al proyecto solo para cumplir los requisitos, optaron por constituir una sociedad. Más adelante, la transición hacia una cooperativa exigiría una mayor contribución de capital por parte de las personas socias trabajadoras, por lo que decidieron mantenerse como sociedad. En este sentido, Vicky hace mucho hincapié en que, más allá de la forma jurídica, lo que la dota de significado es cómo se hayan configurado los estatutos y que la toma de decisiones en el día a día sea lo más horizontal posible independientemente de cuál sea la participación de cada persona en términos monetarios.
Entonces, ¿cómo evitar caer en los mismos errores de una empresa al uso? La palabra fundamental es “consenso”, aun teniendo presente que una democracia perfecta es inalcanzable. Para asegurarse de que todas las personas participantes comprenden y valoran todas las tareas que finalmente componen EcoEko, van rotando de puestos y se involucran en actividades fuera de su ámbito de especialización, sobre todo en el laboratorio. Sobre esto, destaca que, aunque la horizontalidad es un concepto muy atractivo a priori, requiere de mucho esfuerzo y deconstrucción crear un equipo honesto de personas independientes y concienciadas con el objetivo del proyecto.
Pero, sin ninguna duda, una característica clave es cómo se plantean su futuro y su papel como actor económico: EcoEko no quiere crecer. Para Vicky, esto implicaría perder el control de la calidad del producto o el contacto estrecho con las proveedoras. No obstante, no crecer no significa no mejorar: si el proyecto da buenos resultados, se reinvierten en el laboratorio o en las condiciones de vida de las personas trabajadoras. Ser libres de tener que perseguir un beneficio económico en cada ejercicio es una decisión consciente que les permite hacer una apuesta decidida por la conciliación, la flexibilidad y el bienestar.
Precisamente la seguridad de no depender de nadie para la gestión del proyecto es lo que motivó a Vicky a no recurrir a ningún tipo de financiación externa, especialmente créditos bancarios. No obstante, reconoce que ello requiere una serie de conocimientos financieros y de planificación, adquiridos a través de su familia y de su experiencia laboral, que no suelen estar presentes en nuestro sistema educativo ni en nuestro día a día. Así, recomienda lo que a EcoEko le ha funcionado: trabajar solo con el dinero que tienen, sin incorporar futuribles, y no estando dispuestas a endeudarse para alcanzar un objetivo inmediato o demasiado ambicioso. O, dicho en palabras más sencillas, “si ganamos y lo que ganamos, lo gastamos”.
Pese a estar prácticamente a salvo del sector financiero, EcoEko todavía tiene que navegar los claroscuros de la industria de la cosmética. Al respecto, Vicky señala que elegir ingredientes naturales ya de por sí promueve otro tipo de industria, en tanto que la cosmética “química” pone el foco en la enfermedad o en el problema, estableciendo una serie de estándares imposibles cuyo único objetivo es perpetuar el consumo a través de la frustración. No obstante, a su modo de ver la cosmética ecológica también tiene que hacer un esfuerzo por cambiar la narrativa hacia una centrada en la salud y en la belleza individual, entendida como la plenitud del ser humano. EcoEko habla de cómo las emociones y hábitos se reflejan en nuestra piel y considera que la persona es algo holístico y complejo, que no puede ser entendido desde una dimensión puramente física, y esto es lo que intenta transmitir a sus clientes tanto en tienda como en los “ecotupper”. Esta bidireccionalidad hace que las personas que compran en EcoEko también formen parte del proyecto y de su comunidad, que se ha ido extendiendo en diversidad y alcance gracias a las redes sociales.
Para conseguir su objetivo, el papel que juegan las proveedoras como parte de la red de EcoEko es fundamental. No solo tienen que asegurarse de que se trata de proyectos locales sostenibles y respetuosos con el medio ambiente y con las personas trabajadoras, sino que prefieren hacerlo a través de una relación auténtica y cercana en lugar de limitándose a realizar auditorías técnicas.
El principal obstáculo se encuentra en el empaquetado y la industria de los plásticos, tanto por su composición como por su huella ecológica. La propuesta de EcoEko ha sido eliminar los envases en la medida de lo posible, ya sea vendiendo los productos a granel con dosificadores u optando por la cosmética sólida. El comercio online es un tema complejo, pues lleva aparejado el impacto del transporte. No obstante, Vicky matiza que también se requiere desplazamiento para ir a la tienda y que, aunque no lo tenemos en cuenta, esto también forma parte de la huella ecológica. Así, aunque apuesta por las tiendas locales como contrapartida a las grandes empresas de reparto, propone planificar los pedidos con antelación, tanto en el comercio físico como online, para reducir al mínimo el número de viajes necesarios.
Por último, Vicky alerta sobre los intentos de la industria de aparentar algo que no es. Por un lado, considera que la perspectiva de género tiene que estar presente todo el día y todos los días, más allá de la tarea, también necesaria, de redefinir la publicidad. Por otro, critica el “greenwashing” y advierte que, si bien ahora hay muchos productos que reivindican tener cierto porcentaje de ingredientes naturales, los ingredientes químicos que llevan están diseñados de forma que no realicen su función – por ejemplo, hidratar nuestra piel – en profundidad y tener que ser utilizados con mucha frecuencia para dar resultado. Ante el auge de “lo verde”, se hace todavía más necesario generar espíritu crítico para que las personas consumidoras tengan las herramientas para tomar una decisión informada.
Además, llama la atención sobre la gran diferencia entre el precio final del producto y lo que cuesta producirlo, lo que en parte se debe a la intención de convertir a la cosmética en un símbolo de estatus socioeconómico. ¿La solución? Llevar al mercado un producto que se adapte a las características de cada uno en lugar de pretender que sea el público el que se adapte a él.
Conoce más de EcoEko, en este vídeo
Realizada por: Qquillaccori García