Como todos los años, las personas que asisten al cine colaboran con sus posts. Este es el caso de Ana rojas, aquí os lo dejamos.
El jueves 20 de noviembre de 2014 fuimos a los cines Golem en clase de Economía a ver El Espíritu del 45, un documental de Ken Loach ambientado en Gran Bretaña después de la Segunda Guerra Mundial, donde el director británico analiza el espíritu del nuevo socialismo de la postguerra (1945-1951), que fue desmantelado a partir de 1979 por el gobierno de Margaret Thatcher.
Después de la proyección, debatimos durante un par de horas acerca de las cuestiones que sugería la película, las cuales siguen siendo objeto de discusión cuarenta años después.
La primera es sobre el Estado del bienestar, ya que el filme muestra la construcción del welfare a manos de los laboristas, liderados por Clement Attlee una vez que gana las selecciones de manera arrolladora contra Churchill. Y bien, ¿qué es el Estado del bienestar? ¿Por qué surge? Bueno, pues en conclusión a las respuestas que fueron dando los diferentes grupos en los que nos habíamos dividido, se trata de un conjunto de sectores mediante los cuales el Estado provee servicios a la población en cumplimiento de unos determinados derechos sociales y surge como un plan de ayuda en consecuencia de la inestabilidad de la postguerra y del cambio de mentalidad de la clase trabajadora, que se da cuenta de que ha sido despojada de lo más básico, mientras que el beneficio y el interés económico suponían una prioridad que les seguía empobreciendo.
¿Es esta una situación actual? ¿Existe un Estado del bienestar hoy en día? Resulta que sí, en casi todos los países europeos la sociedad tiene acceso a una serie de servicios públicos; es el caso de Austria, Suecia y –supuestamente- España.
Digo supuestamente porque la existencia de un Estado del bienestar, bueno, en general de “bienestar” en nuestro país, ocasionó una intensa discusión que desembocó en los escándalos políticos y en las privatizaciones actuales, haciendo especial hincapié en las de educación, que es donde nosotros lo vivimos en primera persona. De hecho, una de las profesoras preguntó por qué tendría la gente que financiar con impuestos los estudios universitarios de todo el mundo, algo que dinamitó finalmente la polémica en la sala, pero gracias a ello pudimos dar con una conclusión final: el pago de impuestos es un proceso cíclico.
¿Qué quiero decir con esto? Que para que una persona ‘A’ consiga algo, un individuo ‘B’ tendrá que contribuir a ello, ya que si no lo hace, el primero no verá necesidad de ayudar al segundo. De eso se trata, de un sistema interdependiente; si queremos, hay que dar.
Cierto es, que como decía Adam Smith en La Riqueza de las Naciones, lo primero en la economía es el interés personal y quizá sea eso lo que lleve a los gobiernos a priorizar el beneficio económico al bienestar social, lo que acaba causando un ambiente de miseria y desamparo. Esta situación queda enmarcada perfectamente en una frase de la película: ‘Éramos el imperio más grande del mundo y vivíamos como ratas’.
En mi opinión, no se trata de una obra imparcial, sino más bien de un testimonio, un alegato en defensa de aquello que por derecho pertenece a la mayor parte de la sociedad y que el gobierno se apropia sin representar a nadie. Realmente veo las intenciones de Loach muy claras; la historia está volviendo a repetirse –de ahí que vuelva a lucharse por la preservación de elementos básicos como la sanidad y el transporte público- y él nos intenta concienciar de ello contrastando la situación de crisis actual con la del 45 bajo el punto de vista de la clase obrera.
Me parece una lástima que una película así no pueda emitirse en los cines principales, solo porque no sería ni la mitad de demandada que la mayor parte de basura en cartelera actual, porque le abriría los ojos a la mayor parte de la gente que vive en la ignorancia; la misma que les hace confundir la calidad de vida con la calidad de consumo. Y es que en el capitalismo, no existe ni solidaridad ni empatía.
En fin, confío que siga existiendo una ciudadanía que es capaz de rebelarse y unirse para lograr una sociedad donde prevalezca el interés común, y cada vez estoy más segura de ello viendo cómo la gente sale a la calle teniendo claro lo que quiere. Pero aún así, necesitamos reencontrar parte de ese sentimiento de lucha y unión que se nos ha olvidado con el paso de los últimos años.
Ana Rojas